No sé si aquí en España deberíamos estar atentos a la idea de esta mujer japonesa, Ayano Tsukimi, que ante el preocupante éxodo rural se le ocurrió reemplazar a los residentes que se fueron (o que murieron) por muñecos de trapo.
Creo que la historia merece la pena ser contada. En el pueblo nipón de Tokushima, en la isla de Shikoku, hay un lugar que atrae a curiosos nacionales e internacionales no sólo por sus paisajes; se llama Nagoro y está enclavada a casi 2000 metros de altura y perdido en medio de las montañas del valle de Iya. En otras palabras, acceder a este recóndito lugar no es una tarea sencilla.
Conforme se va acercando a la aldea, uno comienza a entender la fascinación que en los últimos años ha despertado Nagoro. Los forasteros no somos recibidos por humanos en carne y hueso , sino que la bienvenida la dan en silencio una serie de muñecos que, a lo lejos, parecen habitantes de la localidad.
¿Será esta una idea para repoblar la España vaciada? No sé, no sé...
I don't know if here in Spain we should pay attention to the idea of this Japanese woman, Ayano Tsukimi, who, concerned about the rural exodus, came up with the idea of replacing the residents who left (or died) with rag dolls.
I think the story is worth telling. In the Japanese town of Tokushima, on the island of Shikoku, there is a place that attracts curious local and international visitors not only for its scenery; it is called Nagoro and is nestled at an altitude of almost 2000 metres, lost in the middle of the mountains of the Iya Valley. In other words, accessing this remote place is no easy task.
As you approach the village, you begin to understand the fascination that Nagoro has aroused in recent years. Strangers are not greeted by humans in the flesh, but are silently greeted by a series of dolls that, from afar, look like local inhabitants.
Is this an idea to repopulate empty Spain? I don't know, I don't know...
Esta idea macabra (a la par que tierna) es obra de Ayano Tsukimi, una vecina de la aldea de 67 años que también emigró en su momento.
Tsukimi regresó a Nagoro para cuidar de su padre y se percató de lo desolada que estaba su aldea natal. De hecho, el éxodo rural casi acaba con toda la población de la aldea en poco más de seis décadas.
En 2003, Ayano quiso devolverle la vida a la aldea plantando semillas que nunca llegaron a germinar, así que decidió darle un empujón a su proyecto de agricultura creando espantapájaros.
Lo que comenzó como un proyecto de muñenos de paja terminó por alargarse en el tiempo y Tsukimi fue creando, poco a poco, una comunidad entera de muñecos a los que dotaba de personalidad, profesión y, en definitiva, un rol vital en Nagoro.
Los muñecos son, en palabras de su creadora, como sus propios hijos. Convive con decenas de ellos y los ha repartido por toda la aldea. Hay desde pescadores, estudiantes de la escuela infantil y carpinteros, hasta cocineros, albañiles o tenderos.
This macabre (as well as tender) idea is the brainchild of Ayano Tsukimi, a 67-year-old resident of the village who also emigrated at the time.
Tsukimi returned to Nagoro to take care of her father and realised how desolate her home village was. In fact, the rural exodus almost wiped out the entire population of the village in just over six decades.
In 2003, Ayano wanted to bring the village back to life by planting seeds that never germinated, so he decided to give his farming project a boost by creating some scarecrows.
What started out as a straw doll project eventually grew over time, and Tsukimi gradually created an entire community of dolls, giving them personalities, professions and, ultimately, a vital role in Nagoro.
The dolls are, in the words of their creator, like her own children. She lives with dozens of them and has distributed them throughout the village. They range from fishermen, nursery school students and carpenters to cooks, bricklayers and shopkeepers.
Como estáis viendo, los muñecos están dotados con todo lujo de detalles para que, a simple vista, se entienda qué labor desempeñan en Nagoro. Además, la propia Tsukimi se pasea varias veces a la semana por el pueblo para vigilar que estén en perfectas condiciones mientras les saluda y les desea una buena jornada.
Confeccionados en madera y forrados con papel, la lana sirve de melena, mientras que las facciones están logradas con medias y botones.
A día de hoy, Nagoro cuenta con 379 habitantes (29 humanos y 350 muñecos) y un lugar destacado en el mapa.
The dolls, as you can see, are provided with all sorts of details so that you can understand at a glance what they are doing in Nagoro. In addition, Tsukimi herself goes around the village several times a week to check that they are in perfect condition, greeting them and wishing them a good day.
Made of wood and lined with paper, the wool serves as a mane, while the facial features are achieved with stockings and buttons.
Today, Nagoro has 379 inhabitants (29 humans and 350 dolls) and a prominent place on the map.
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