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LA HABANA SOBRE RUEDAS, UN PASEO EN COCHE ANTIGUO ENTRE EL GLAMOUR DEL PASADO Y EL CAOS DEL PRESENTE

  • Foto del escritor: The Trendy Man
    The Trendy Man
  • hace 1 día
  • 6 Min. de lectura

The Trendy Man en La Habana

Son las doce del mediodía y el sol pega con ganas en el La Habana. Ahí estoy, frente al imponente Hotel Nacional, con el asfalto echando humo y la brisa del mar haciendo lo que puede. Me subo a un Chevrolet Bel Air de los años 50, color azul brillante, motor rugiente y ese encanto retro que solo en Cuba sigue siendo cotidiano. Es como entrar en una cápsula del tiempo, con ritmo de bolero y olor a gasolina. Una Habana sobre ruedas en coche antiguo que sorprende por sus contrastes entre el glamour del pasado y el caos del presente.

Vamos allá.

It’s noon and the sun is unforgiving on Havana’s Malecón. We’re standing in front of the stately Hotel Nacional, the asphalt sizzling beneath us, with the sea breeze doing its best. We hop into a 1950s turquoise Chevrolet Bel Air—its engine growling, its retro charm untouched. It’s like stepping into a time capsule, set to the rhythm of bolero and scented with aged leather and gasoline. Lets go.


La Habana vieja
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🗺️ El recorrido: historia rodante sobre ruedas de época

Durante hora y media este museo con ruedas nos pasea por:

•  El Malecón, frontera salada entre la ciudad y el mar.

•  La Plaza de la Revolución, escenario de discursos eternos y silencios recientes.

  El Capitolio, majestuoso y polvoriento.

•  La Habana Vieja, con sus balcones coloniales, ropa tendida y niños jugando entre ruinas.

•  El Paseo del Prado, salpicado de artistas callejeros y edificios que desafían la gravedad.

•  Vedado, con mansiones decadentes y jardines fantasmas.

Todo acompañado por la charla del conductor, que entre anécdotas y risas te desliza verdades incómodas sobre su día a día. No es solo turismo; es aprendizaje acelerado.

For about ninety minutes, this rolling museum whisks us across:

•  The Malecón, the salty border between city and sea.

•  Revolution Square, where endless speeches once echoed.

•  El Capitolio, grand and dusty.

•  Old Havana, with its colonial balconies, hanging laundry, and kids playing among the ruins.

•  Paseo del Prado, sprinkled with street art and architecture on the verge of collapse.

•  Vedado, where mansions crumble behind ghostly gardens.

All narrated by the driver—part guide, part philosopher—who peppers the journey with stories, jokes, and sharp insights into daily Cuban life. It’s not just sightseeing; it’s immersion.


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🌟 Pros: la belleza que resiste, contra viento y derrumbe

La Habana es hermosa, no cabe duda. No una belleza pulida y ordenada, sino esa que emerge del caos, como una flor en medio del escombro. Caminar por sus calles es convivir con una arquitectura que mezcla siglos de historia: barroco, art déco, colonial, modernismo… todo ahí, peleando contra el tiempo.

En sus calles se nota una energía cultural que brota por todos lados: tambores, poesía, arte improvisado. Una melancolía gloriosa que te recuerda lo que fue y lo que aún quiere ser.

Cada rincón parece susurrarte que alguna vez La Habana fue el París del Caribe, que hubo noches de cabaret, clubes elegantes y cafés con jazz. Y algo de todo eso aún vive, muy dentro, entre las grietas.

Havana is undoubtedly beautiful. Not polished beauty, but the kind that rises from chaos, like a flower blooming through rubble. Walking its streets reveals:

•  Architecture from multiple centuries and styles: baroque, colonial, art deco, modernist—all existing side by side.

•  A vibrant cultural energy: drums, music, poetry, spontaneous art.

•  A majestic melancholy, reminding you of its former glory and resilient spirit.

It’s easy to picture Havana as the former “Paris of the Caribbean,” filled with cabarets, jazz clubs, and sophistication. And strangely, a part of that still flickers, hidden within the cracks.


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🧨 Contras: la ciudad derrumbada, silenciada y agotada

Pero no se puede romantizar lo que duele. Porque La Habana está mal. Muy mal.

•  Hay edificios que colapsan sin previo aviso, con familias dentro.

•  Basura acumulada, ratas, aguas estancadas… en pleno centro histórico.

•  Mendigos en cada esquina, muchos con hambre, otros sin rumbo.

•  El sistema eléctrico es un juego de azar: puede haber apagón de dos horas… o de dos días.

•  El miedo está presente. Miedo a hablar, a protestar, a imaginar otro futuro.


Los cubanos están exhaustos. El sueldo medio ronda los 7.000 pesos cubanos, apenas lo suficiente para malvivir. Y cuando un paquete de galletas cuesta 400 pesos, entenderás que comer es una batalla diaria.

Los restaurantes, salvo los turísticos, están vacíos. No porque falte el apetito, sino porque falta el dinero, los productos, la esperanza. Los supermercados —cuando los hay— parecen decorados de una película postapocalíptica. Estanterías vacías, productos contados y precios escritos en dólares. Pero aquí está el truco: solo se acepta tarjeta de crédito internacional, algo a lo que el ciudadano medio no tiene acceso. Así que el mercado negro manda, con precios disparatados y una informalidad que se ha convertido en norma.

But let’s not sugarcoat it—Havana is in trouble.

•  Buildings collapse without warning, with people still inside.

•  Garbage piles up, rodents roam freely, and stagnant water pools.

•  Begging and hunger are everywhere, especially among the elderly.

•  Power outages are common, lasting anywhere from hours to days.

•  And worst of all: fear. Fear of speaking out, of dreaming too loudly.


Locals are exhausted. The average monthly salary is barely 7,000 Cuban pesos—and a regular pack of cookies can cost 400 pesos. Eating well isn’t just difficult, it’s nearly impossible.

Restaurants are empty—not because people aren’t hungry, but because they can’t afford to dine out. Supermarkets are either nonexistent or resemble scenes from a dystopian film: barren shelves, overpriced items, and dollar-only pricing. Even those few stores that do exist require international credit cards, which most Cubans don’t have. So people rely on black markets, where prices are outrageous and quality is inconsistent. It’s survival, not shopping.


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💸 ¿Cuánto cuesta este paseo?

El recorrido en coche cuesta unos 30 euros. ¿Te parece caro o barato?

•  Si cambias en bancos oficiales, 1 euro = 137 CUP → el paseo cuesta 4.110 pesos, el sueldo de medio mes.

•  En el cambio callejero, 1 euro = 350 o incluso 390 CUP → solo 1.050 pesos: un lujo asequible.

¿Y dónde cambiar? Esa es otra odisea. Los propios conductores o guías te ofrecen cambio “alternativo” con una sonrisa cómplice, porque todo el país funciona con códigos no escritos.

This classic car ride costs around 30 euros. Whether that’s cheap or absurdly expensive depends on your exchange rate:

•  Official exchange rate: €1 = 137 CUP → ride = 4,110 CUP (almost a month’s salary).

•  Street exchange rate: €1 = 350 to 390 CUP → ride = roughly 1,050 CUP, a steal.

Where do you exchange? That’s its own adventure. Banks are formal but stingy. Street changers are friendly but risky. Cuba runs on unwritten rules and whispered deals.


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🎭 Conclusión: La Habana, entre mito y tragedia

Viajar en coche clásico por La Habana es como ver una película en cámara lenta sobre el paso del tiempo. Hay una belleza indiscutible, sí. Pero también una tristeza que no se puede ignorar.

Los coches brillan bajo el sol, pero las calles se caen. Las fachadas cuentan historias de esplendor, pero detrás hay familias haciendo malabares para comer. Los cubanos sonríen, pero esa sonrisa tiene cansancio. Y aunque muchos quisieran alzar la voz, el miedo a las represalias pesa más que el hartazgo.

Eso sí, este paseo tiene algo que ninguna otra ciudad ofrece: te deja con el corazón dividido, entre la admiración y la indignación. La Habana no se olvida. Te la llevas contigo, en cada foto, en cada conversación, en cada reflexión que llega después.

Riding a classic car through Havana is like watching a slow-motion film about time itself. Yes, the beauty is undeniable. But so is the heartbreak.

The cars gleam under the sun, but the streets crumble beneath them. The facades boast grandeur, while inside families struggle to eat. Cubans smile, but their eyes show fatigue. Many would speak out, but fear silences more than oppression.

Still, this ride offers what few cities can—a raw, emotional journey that leaves you torn between admiration and outrage. Havana stays with you. In every photo. Every memory. Every question that lingers long after you’ve returned.


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Llevo puesto un polo de VALENTINO, shorts de ZARA y cangrejeras de PEDRO SHOES. La gorra es de UNIQLO

I'm wearing a VALENTINO polo shirt, ZARA shorts and PEDRO SHOES cranks. The cap is from UNIQLO

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Blog de tendencias, moda y lifestyle masculino escrito por el periodista, blogger e influencer Miguel Biedma

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